La transición energética ya no es un plan a largo plazo, es una necesidad del presente ante una emergencia que cada vez es más acuciante. El cambio climático y el aumento de los precios del gas y del petróleo hacen imprescindible evolucionar hacia una energía más limpia y estable, lo que está obligando a cambiar la forma en que producimos y consumimos energía.

Pese a la magnitud de este reto, no es la primera vez que se lleva a cabo una transición energética a nivel mundial. Ya sucedió en el siglo XIX con el cambio de la madera al carbón como combustible, y se repitió un siglo más tarde, cuando se pasó del carbón al petróleo. Sin embargo, la transición actual es diferente a las anteriores. Por primera vez, no se busca el aumento de la producción, sino una transformación hacia un modelo más respetuoso con el medio ambiente.

Actualmente, se atribuye alrededor del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero al sistema energético, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Por ello, en la última década se ha potenciado el uso de las energías renovables, que han vivido un crecimiento exponencial, especialmente en Europa.

España lidera la transición

En los últimos años, España ha experimentado un gran avance en materia de energías renovables, convirtiéndose en un referente a nivel internacional. Parte de este éxito se debe a que la sociedad española se ha tomado muy en serio el problema del cambio climático, tal y como explica Mario Viciosa, periodista y responsable de Ciencia en 'Newtral.es': "Cuando se pregunta a la ciudadanía, España muestra un nivel de concienciación muy alto, incluso a nivel técnico y en casi todo el espectro ideológico, aunque haya algunos signos de retroceso en medio de la agitación negacionista". No obstante, aclara que "otra cosa es cuánto estamos dispuestos a hacer o sacrificar de nuestro estilo de vida en pro de la lucha climática", ya que las estadísticas muestran que buena parte de los españoles no quiere que aumente la carga fiscal por este motivo.

Esta concienciación se plasma en unas cifras alentadoras. Según datos de Red Eléctrica, más del 50% de la electricidad generada en el país en 2024 procedió de fuentes limpias, como el viento, el sol y el agua. La energía solar, en particular, ha experimentado un enorme crecimiento gracias a la bajada de precios de los paneles, lo que ha dado un notable impulso de la instalación de placas en hogares y empresas. Además, en el último año también se ha logrado el hito de que el carbón suponga menos del 1% de la electricidad generada, mientras que en 2018 se situaba en el 17%.

Las asignaturas pendientes

No obstante, el reto sigue siendo grande y queda mucho por hacer en algunos ámbitos de la sociedad y la economía a los que las energías limpias aún no han llegado. Aunque la electricidad es cada vez más verde, sectores como el transporte por carretera o la industria pesada siguen dependiendo de los combustibles fósiles. "España sigue teniendo un problema a la hora de descarbonizar el transporte y la vivienda, en comparación con otros países. Además, tenemos una enorme dependencia exterior de estos combustibles", argumenta Mario Viciosa al respecto.

Otro aspecto imprescindible para avanzar en la transición energética es la modernización y adaptación de las infraestructuras eléctricas y la mejora de los sistemas de almacenamiento de energía. Aspectos indispensables para reducir la factura de la luz y para evitar que la red sufra caídas como la del pasado 28 de abril.

Según Viciosa, "la red aún necesita adaptarse al extraordinario crecimiento de estas fuentes, cuya producción debe contar obligatoriamente con tecnologías que ayuden a generar estabilidad en la red, como se ha visto tras el apagón de abril. Y, sobre todo, tener capacidad para almacenar toda esa energía renovable intermitente".

Una oportunidad para la economía y el empleo

La transición energética no es solo una cuestión de tecnología y medio ambiente, sino también de justicia social, y aunque en algunos casos puede percibirse como una amenaza para determinados puestos de trabajo, supone una oportunidad para redistribuir mejor la riqueza y crear unos empleos de mayor calidad que los vinculados a las energías fósiles. No obstante, los expertos recalcan la necesidad de inversión para que la reconversión de la industria no sea traumática para las capas más vulnerables de la sociedad.

"Lo que llamamos 'brecha de talento' no puede ser una excusa. Serán necesarios planes específicos para comarcas enteras. Son costosos, pero siempre serán más baratos que la reconstrucción de esa misma comarca arrasada por un incendio de sexta generación, una riada excepcional o una sequía que obligue al abandono de sus cultivos", defiende el periodista de 'Newtral'.

Pese a los obstáculos, España tiene una gran ventaja para avanzar en el camino de la descarbonización y la producción de energías limpias. Las más de 2.500 horas de sol anuales y las condiciones climáticas de la Península hacen que la producción de energía renovable sea más viable y más rentable que en cualquier otro país de Europa.

El futuro de la energía es un gran reto para España, pero también es una oportunidad, uno de esos trenes que solo pasan una vez en la vida. La transición energética no solo ayudará a frenar el cambio climático, sino que puede crear empleo, mejorar las condiciones de los puestos que ya existen y reducir la dependencia de terceros países. Para ello, es fundamental que las instituciones y las empresas mantengan una apuesta firme en las energías limpias.