Los niños deben utilizar gafas de sol igual que los adultos. El sol es muy perjudicial para todos y los pequeños pasan mucho tiempo al aire libre.

Si bien el verano es la época en la que se utilizan más las gafas de sol, es necesario hacer uso de ellas durante todo el año, incluso en los días nublados. Proteger la salud ocular, especialmente la de los niños, resulta una tarea fundamental.

Hay que tener en cuenta que el efecto dañino de luz ultravioleta solar es acumulativo, es decir, que se acumula con la edad. Así que cuanto antes empiecen a utilizar gafas de sol mejor.

Las radiaciones ultravioletas A y B del sol, al igual que alteran y dañan la piel, pueden ser muy nocivas para los ojos, y si no los protegemos pueden desencadenar queratitis a corto plazo, lo que produce dolor, fotofobia y enrojecimiento ocular, mientras que a largo plazo puede generar alteraciones en la retina o cataratas precoces, por el efecto acumulativo del que hablábamos.

En este sentido, debemos proteger los ojos tanto del sol, como del agua y el aire acondicionado, ya que se trata de factores que dañan la vista. Nunca se debe mirar directamente al sol con o sin gafas, pues puede dañar la retina e incluso causar una ceguera irreversible.

El primer paso para evitar todo esto es educar al niño de manera que sepa que nunca ha de mirar de forma directa al sol. Dicho esto, lo ideal es que usen gafas de sol desde que empiezan a interactuar, ya que supone un momento en el que podría mirar directamente hacia el sol.

Si son muy pequeños y no las toleran están las sombrillas, las capotas de las sillitas, pero es aconsejable que utilicen gafas de sol desde los tres años de edad.

Sin embargo, cualquier gafa no es válida. Deben estar homologadas y cumplir la normativa europea (en la etiqueta debe aparecer el símbolo CE) y deben filtrar entre el 95 y el 100% de la radiación UV (filtros de categoría 3 y 4). Además, complementar su uso con gorras o sombreros favorece la protección ocular.

Por otro lado, las gafas infantiles deben tener el tamaño adecuado y estar fabricadas con materiales resistentes, y a la vez flexibles (TR90 o nylon), ligeros y seguros para que resulten confortables. Para los niños hasta cinco años, lo ideal es la silicona, mientras que, de cinco años en adelante, las gafas de acetato son las más convenientes. Lo mejor es acudir a establecimientos especializados donde te aconsejarán las más adecuadas para cada niño.

Si tu hijo es de los que se las pierde sin parar existen unas gomas para sujetarlas, lo que ayudará a que no se las quiten y conseguirá que se olviden de que las llevan puestas.

Cuando el niño llegue a una cierta madurez ayuda mucho que sea él mismo quien elija las que le resulten más cómodas, así las usará más horas al día.

A parte de las gafas de sol y las gorras, es fundamental limpiar e hidratar los ojos de los niños con frecuencia, así como evitar la exposición solar entre las 12 y las 16 horas (momento de mayor radiación) o a las pantallas y dispositivos portátiles de manera prolongada.

También es importante utilizar gafas de agua en piscinas y playas porque la arena de la playa refleja entre un 10 y un 25% la luz del sol, mientras que el agua refleja un 20%.

Además hay que tener en cuenta que tras unos cuantos baños en la piscina o el mar es habitual que los ojos de los pequeños se irriten y se pongan rojos y les piquen. Para evitar que se los froten produciéndose infecciones o erosiones en la córnea por lo que es muy recomendable que utilicen gafas de buceo o de natación.

Para complementar la eficacia de todos estos consejos es necesaria una visita regular al oftalmólogo.