"Sánchez tenía una obsesión enfermiza por los llamados barones; quería tenernos controlados a todos, marcarnos la dirección, decirnos lo que debíamos pensar y decir".
"Tuve con el presidente tres o cuatro episodios telefónicos muy serios, en los que me sorprendía su ira, su pérdida de control, por comentarios míos que no le habían gustado. Eran reacciones iracundas, desproporcionadas, más fruto de una obsesión que de un liderazgo político sano".
"En el PSOE de hoy, la disidencia está completamente eliminada. El partido se ha convertido en un páramo absoluto donde pensar diferente ya no es posible".
"Las reprimendas ya no venían solo de la cúpula del partido. Fue la militancia quien poco a poco se convirtió en censor, hasta hacer irrespirable la atmósfera para quienes reclamábamos libertad de opinión".
"Sánchez reaccionó de forma totalmente desmesurada cuando defendí públicamente que Javier Fernández hubiera sido un mejor secretario general. Dije algo que era sobradamente conocido, pero lo vivió como una afrenta intolerable".
"Yo no era su gobierno, era el presidente de Aragón. Y se lo dije a Sánchez en mítines: me debía antes que al partido, a Aragón y a España".
"A Sánchez no le importaban los límites ideológicos con tal de llegar al poder. Ya en 2015 vimos que estaba dispuesto a cualquier tipo de acuerdo, con quien fuera, sin perímetros claros".
"El PSOE ha perdido la autonomía estratégica que siempre lo caracterizó. Hoy depende por completo de sus socios, algunos de los cuales tienen como objetivo acabar con España y con la Constitución".
"La praxis de Sánchez consistía en anular la discrepancia. Lo más grave no era que intentara imponer sus tesis, sino que ya no había espacio para el debate dentro del partido".
"A mí no me insultaron directamente, porque no lo hubiera tolerado. Pero el nivel de desconsideración y falta de respeto que recibí por parte del presidente fue absolutamente insuperable".
"Con Santos Cerdán o con Ábalos, incluso cuando transmitían una reprimenda, el trato era más cordial. Sánchez, en cambio, tenía un tono árido, intolerable, que hacía muy difícil cualquier conversación política serena".
"El PSOE ya no actúa con la libertad de antes. Ahora está sometido a fuerzas externas que han erosionado su vitalidad como partido y su capacidad de decisión propia".
"Las broncas que tuve con Sánchez nunca las he contado. No sé si algún día lo haré, pero fueron de tal calibre que describen muy bien su forma de ejercer el poder dentro del partido".
"En los últimos años, la presidencia del Gobierno ha llevado al extremo la idea de que los presidentes autonómicos son meros delegados. Yo siempre rechacé eso, en público y en privado".
"La disidencia que algunos ejercemos, lo hacemos ya fuera de las estructuras del partido, porque dentro es imposible. Y lo hacemos porque creemos que es un servicio a España y también a la democracia interna que el PSOE ha perdido".