El término“brain rot”–que significa literalmente“pudrición cerebral”– se usa para describir contenido que no aporta valor y solo busca estimular y entretener de forma inmediata.
Su uso se ha popularizado en los últimos años gracias a algunas tendencias de internet. Tanto se ha extendido, que fue elegido palabra del año de 2024 por el diccionario Oxford, donde se define como“el supuesto deterioro del estado mental o intelectual de una persona, especialmente visto como resultado del consumo excesivo de material(particularmente contenido en línea) considerado trivial o poco desafiante”.
ElItalian brainrot es una de sus variantes más recientes. Son vídeos de apenas 20 segundos en los que aparecen imágenes y personajes surrealistas acompañados de voces en italiano, todo ello generado con inteligencia artificial. Desde un tiburón que camina por la playa con zapatillas o un cocodrilo con aspecto de avión de combate, hasta un esqueleto que pide tabaco de forma desesperada. A primera vista parece inofensivo, incluso gracioso. Pero el debate no está tanto en un vídeo como tal sino en lo que representa: la normalización del consumo compulsivo, pasivo, repetitivo y sin filtro.
Donde el humor absurdo y la IA se encuentran
El proceso de creación de este tipo de contenido depende casi en su totalidad de herramientas de inteligencia artificial, que suelen estar disponibles en páginas web de manera gratuita. Su simplicidad y el hecho de que cualquier persona que tenga un ordenador con acceso a internet sea capaz de hacerlo, hace que exista un número inagotable de iteraciones y variaciones de estosmemes.
Es el caso de lositalian brainrot animals que se han vuelto virales recientemente. Para crear este tipo de vídeos, primero se le pide a un generador de imágenes que cree un personaje fantástico a partir de dos conceptos aleatorios que le dan nombre. Estos pueden ser, por ejemplo, una taza de café que baila ballet y recibe el nombre de Ballerina Capuccina, o una criatura mitad chimpancé, mitad plátano llamada Chimpanzini Bananini.
Una vez creada la imagen del personaje, se usa otra IA para que produzca un vídeo animado del mismo. A este vídeo(en el que puede aparecer la taza de café bailando o el chimpancé-plátano saltando) se le añade una narración con voz robótica. Para ello se le proporciona a un generador de voz de IA un texto en el que aparecen el nombre del personaje, expresiones o sonidos absurdos y una serie de frases en italiano–en ocasiones formadas por términos italianizados de otros idiomas sin sentido alguno– que describen al personaje o cuentan su historia ficticia. En ocasiones, se utiliza una canción misteriosa de fondo para rematar el chiste.
La proliferación de este tipo de este contenido ha dado pie a su propia mitología casi, y algunos de sus personajes se han vuelto icónicos entre quienes le encuentran la gracia a esta tendencia. Nombres como Tralalero Tralalá, Bombardino Crocodilo, o Cappuccino Assasino resuenan en la generación Z tanto como lo hacían personajes famosos del cine y la literatura.
Estímulos excesivos, entretenimiento
Este contenido, que parece carecer de cualquier sentido, en realidad habla de algo más profundo: cómo las plataformas, los algoritmos y nuestros hábitos están moldeando nuestra forma de entretenernos, de consumir información y, más preocupante aún, de pensar. El algoritmo de las redes sociales premia lo que retiene tu atención. Da igual si es educativo, vacío o incluso perturbador. Ahí es donde estos vídeos entran en juego: imágenes surrealistas y graciosas, frases pegadizas... Características que facilitan su viralización.
Pero consumir este tipo de contenido en exceso puede tener consecuencias negativas para los jóvenes. No solo por la cantidad de tiempo que pueden pasar delante de la pantalla, sino por cómo se entrena su cerebro para procesar información: rápido, sin contexto, sin profundidad. ¿Qué espacio queda para la concentración, el pensamiento crítico o la creatividad?
No se trata de demonizar a la inteligencia artificial ni a las redes sociales. Tampoco de censurar el humor absurdo, que a veces también es una forma de escape o expresión cultural. El Italian brainrot pasará, como ocurre con todas las modas virales, y será reemplazada por otra. Pero lo que no debe pasar es el fomento de una relación consciente con la tecnología. Entender que todo lo que consumimos influye en cómo pensamos, sentimos y nos relacionamos.