En muchos aspectos de economía global actual, la moneda de cambio ya no es el oro, sino los datos. En este nuevo tablero, el poder de los gigantes tecnológicos es inmenso. A medida que empresas como Google, Apple, Meta y Amazon crecían, también lo hacía su influencia, llegando a dominar mercados enteros. Esta concentración de poder ha generado un desequilibrio, donde unos pocos actores controlan la información, la publicidad y el comercio digital. Por eso, cuando el presidente de los Estados Unidos amenaza con medidas arancelarias a otros países por regular a estas empresas, el enfrentamiento va mucho más allá del comercio, y se convierte en una cuestión de soberanía y libertad en el mundo digital.
La UE ha visto que el dominio de las empresas tecnológicas no solo es una amenaza para la competencia, sino también para la democratización de la información. Durante años, hemos visto cómo las Big Tech operaban sin regulación, con prácticas que han derivado en la desinformación, censura y violaciones de privacidad. Hasta hace poco, la regulación de la tecnología se ha llevado a cabo de forma fragmentada en distintos países y con diferentes enfoques. Pero la UE ha comprendido que para ser efectiva, la regulación debe ser unificada y aplicarse a todo el bloque, para evitar que las empresas simplemente se trasladen a países con leyes más laxas.
La respuesta de la UE se ha materializado en dos leyes concretas que abordan dos problemas distintos pero interconectados. Primero, el contenido y la seguridad de las plataformas. Segundo, el poder de mercado de las grandes empresas tecnológicas.
Los pilares de la soberanía digital europea
La respuesta de la UE se ha materializado en dos leyes concretas que abordan dos problemas distintos pero interconectados. Primero, el contenido y la seguridad de las plataformas. Segundo, el poder de mercado de las grandes empresas tecnológicas. En consecuencia, el nuevo marco regulatorio de la Unión se cimenta sobre dos pilares:
- La Ley de Servicios Digitales(DSA): Tiene el objetivo de regular el contenido ilegal y dañino en línea. Con el crecimiento de plataformas de redes sociales y comercio electrónico, la UE vio un aumento en la desinformación, el discurso de odio y la venta de productos falsificados o peligrosos. La ley obliga a las plataformas a ser más responsables y a tomar medidas activas para eliminar este tipo de contenido. Su objetivo es crear un entorno digital más seguro y transparente para los usuarios, asegurando que las plataformas actúen con diligencia para proteger a los ciudadanos y defender la libertad de expresión, pero dentro de un marco de legalidad.
- La Ley de Mercados Digitales(DMA): Esta ley apunta directamente al corazón del poder de los"guardianes de acceso". Busca acabar con prácticas anticompetitivas, como que Google priorice sus propios servicios de reseñas en los resultados de búsqueda, o que Apple impida a los desarrolladores usar sistemas de pago alternativos en su App Store. La ley busca evitar que estas empresas utilicen su poder para favorecer sus propios servicios o sofocar la competencia. Su objetivo es asegurar que el mercado digital sea justo, abierto y competitivo, permitiendo que empresas más pequeñas puedan competir y crecer sin ser aplastadas por los gigantes tecnológicos.
Choque entre Washington y Bruselas
En respuesta al nuevo maco regulatorio, Donald Trump ha amenazado a la Comisión Europea con imponer“aranceles adicionales sustanciales” si la UE no eliminaba lo que él consideraba una legislación“discriminatoria” contra las grandes empresas tecnológicas de Estados Unidos. La UE ha defendido públicamente su derecho a legislar y regular en su territorio, sin importar las presiones externas. Como afirma la portavoz de la Comisión, Paula Pinho,"Es el derecho soberano de la UE y de sus Estados miembros regular las actividades económicas en nuestro territorio... Son cuestiones separadas".
El choque deja claro que estas leyes tocan puntos sensibles. De hecho, el conflicto ha arrojado“serias dudas sobre la viabilidad del acuerdo comercial” que ambas potencias firmaron, a pesar de que este incluyera promesas por parte de la UE para gastar $750.000 millones en energía estadounidense y comprar $40.000 millones en chips.
La posición de la UE demuestra que la regulación no es un freno para el progreso, sino el marco necesario para que la innovación sea ética y sostenible. En un mundo cada vez más conectado, la digitalización no puede ser una carrera dirigida por unos pocos. La batalla por la regulación es la única forma de garantizar que el progreso tecnológico sea compartido, accesible y democrático.