Vivimos en la era de la hiperconectividad, donde las pantallas se han convertido en una extensión de nuestra vida cotidiana. Según estudios recientes, los españoles dedican aproximadamente el 35% de su tiempo despierto al uso de dispositivos con pantalla, lo que equivale a unas 5 horas y 45 minutos al día, una cifra que se ha disparado tras la pandemia y la consolidación del teletrabajo.

Este fenómeno no es exclusivo de España. A nivel global, el tiempo de exposición a pantallas se ha incrementado en un contexto digital donde nuestros ojos se enfrentan a un reto sin precedentes históricos. A diferencia de la lectura en papel, que refleja la luz ambiental, las pantallas emiten su propia luz directamente hacia nuestros ojos alterando la manera natural en que estos funcionan.

El impacto de las pantallas en nuestra salud ocular

Nuestros ojos no están evolutivamente preparados para el uso intensivo de dispositivos digitales. La visión humana evolucionó en entornos naturales, con distancias cambiantes y luz solar. El salto a una vida centrada en pantallas ha sido tan rápido que nuestra biología no ha podido adaptarse.

Al mirar una pantalla, parpadeamos un 60 % menos, lo que favorece la sequedad ocular. Además, los músculos ciliares permanecen en tensión al enfocar constantemente a una misma distancia. La luz azul, presente en la mayoría de las pantallas, penetra hasta la retina, afecta a los ritmos circadianos y dificulta el sueño. Un brillo excesivo o un contraste mal ajustado obliga a los ojos a trabajar sin pausa.

Todo ello da lugar al llamado síndrome visual informático(SVI), cuyos síntomas más comunes son: ojos secos e irritados, visión borrosa, cefaleas, fotofobia y dificultad para mantener el enfoque.

El problema se agrava al encadenar dispositivos: ordenador en el trabajo, móvil durante los trayectos, televisión o redes sociales por la noche. Esta exposición acumulada incrementa el deterioro de la salud ocular. Además, el uso de pantallas es altamente adictivo. Las notificaciones, actualizaciones y contenidos personalizados generan estímulos dopaminérgicos constantes que activan circuitos de recompensa en el cerebro, dificultando la desconexión. Esto impacta especialmente en niños y adolescentes: varios estudios alertan de un aumento preocupante de la miopía infantil y juvenil, relacionado con el uso intensivo de pantallas y la escasa exposición a la luz natural.

Una de las recomendaciones más efectivas es aplicar la regla 20-20-20: cada 20 minutos frente a una pantalla, mirar durante 20 segundos a una distancia de 20 pies(unos 6 metros). Este hábito ayuda a relajar los músculos oculares y a prevenir el cansancio visual.

¿Funcionan las gafas con filtro de luz azul?

Las gafas con filtro de luz azul se han popularizado como herramienta para reducir la fatiga visual. Prometen bloquear la luz azul de alta energía que emiten las pantallas, disminuyendo el esfuerzo ocular y favoreciendo un sueño de mayor calidad.

Para que sean efectivas, conviene optar por filtros certificados, combinarlos con cristales antirreflejantes y usarlos especialmente en las horas previas al descanso. En ningún caso deben sustituir a una buena higiene visual, sino complementarla.

Un futuro con pantallas... y salud visual

La fatiga visual es el peaje que pagamos por la vida conectada, pero no tiene por qué ser inevitable. Combinando hábitos saludables, entornos optimizados y soluciones tecnológicas apropiadas, podemos disfrutar de los beneficios del mundo digital sin comprometer nuestra salud visual. La clave está en la consciencia y la moderación. Nuestros ojos, como el resto del cuerpo, necesitan pausa, cuidado y atención.