Las lootboxes o cajas de botín son un sistema de monetización en los videojuegos donde los usuarios pueden comprar o recibir recompensas virtuales aleatorias a cambio de dinero real. Estas recompensas pueden ser mejoras estéticas, personajes, armas o ventajas dentro del juego; premios con los que los jugadores pueden mejorar y personalizar su experiencia en el mundo virtual.
Muchos de los videojuegos más populares, especialmente aquellos que ofrecen modos de juego online, las han incorporado como parte central de su sistema de monetización. El FIFA (ahora, EA FC 25) ofrece sobres de jugadores que funcionan con una lógica de azar que incentiva compras repetidas para conseguir los mejores futbolistas. En otros, como Overwatch o League of Legends, las cajas incluyen aspectos y gestos para los personajes.
Azar y adicción disfrazadas de entretenimiento
Aunque en apariencia forman parte del entretenimiento, el funcionamiento de estas cajas se basa en la aleatoriedad y la expectativa de recompensa, una estrategia bien conocida por su eficacia en generar conductas repetitivas. Como el contenido no se revela hasta después de la compra, los jugadores experimentan una mezcla de anticipación, emoción y frustración al abrirlas, un ciclo que puede llevar al gasto compulsivo.
Esto suena alarmantemente parecido a los mecanismos de los juegos de azar, una similitud que ha despertado preocupación entre expertos y legisladores, especialmente por el impacto psicológico que puede tener en menores. Porque mientras que los juegos de azar están regulados y en su mayoría prohibidos hasta los 18 años, las cajas de botín cuentan con una regulación mínima o, en algunos casos, inexistente.
Uno de estos expertos es Juan Francisco Navas, doctor en Psicología y profesor del Departamento de Personalidad, Evaluación y Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid. Según él, las cajas de botín“siguen el mismo funcionamiento aleatorio que caracteriza al juego de azar. Es exactamente lo mismo que una máquina tragaperras desde un punto de vista conceptual”. El usuario compra la caja con la esperanza de obtener un objeto deseado, pero la recompensa es incierta. En muchos casos, se obtiene un premio de escaso valor, lo que puede conducir a la frustración y al deseo compulsivo de seguir intentándolo.
Este diseño tiene un impacto emocional profundo, especialmente en los más jóvenes. Como explica Navas,“los menores tienen un sistema nervioso en desarrollo. La exposición a estos elementos de incertidumbre puede generar un efecto emocional negativo y establecer hábitos de consumo perjudiciales que pueden mantenerse en la vida adulta”. Es lo que se conoce como“efecto pasarela”: el menor que hoy interactúa con cajas de botín puede sentirse atraído mañana por las apuestas y los juegos de azar.
Las consecuencias no se limitan al plano psicológico. También afectan a la economía doméstica, ya que muchos adolescentes realizan gastos recurrentes en estas cajas, a menudo sin plena conciencia del dinero invertido. Además,“si una persona se acaba gastando un dinero que no tiene en un producto tramposo y aleatorio, está renunciando a otros tipos de ocio más constructivos”, advierte Navas.
¿Está la ley a la altura del reto?
Ante esta situación, algunos países han tomado cartas en el asunto. Bélgica, por ejemplo, ha prohibido las cajas botín al equipararlas legalmente con los juegos de azar. En España, la regulación avanza, pero con cautela. El anteproyecto de Ley de Protección Integral de la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia incluye limitaciones a determinadas prácticas, pero no contempla una prohibición total. Según Navas,“se va avanzando, pero no se ha sido lo suficientemente ambicioso. Se priorizan los beneficios de la industria frente a los deseos de los usuarios”.
En 2023, el Ministerio de Consumo español presentó un proyecto de ley específico para regular el uso de mecanismos aleatorios de recompensa en videojuegos. La propuesta contempla la obligación de informar sobre las probabilidades de obtención de premios, restricciones de acceso a menores y campañas educativas. Sin embargo, hasta el momento, la ley no ha sido aprobada de forma definitiva, lo que deja un vacío legal significativo.
Frente a esta realidad, Navas subraya la necesidad de actuar colectivamente.“Lo primero que tienen que hacer los padres y educadores es organizarse como ciudadanos y exigir a los reguladores que no haya cajas de botín en los videojuegos”. Mientras tanto, la recomendación pasa por educar a los menores sobre el funcionamiento de estas mecánicas, fomentar un uso responsable del videojuego y priorizar opciones de entretenimiento más transparentes y seguras.
Las cajas de botín no son solo un recurso de monetización: representan un riesgo tangible para el bienestar emocional y económico de los jugadores más jóvenes. Y frente a ello, la regulación no puede quedarse a medio camino.
Ganar sin hacer trampas
Muchos jugadores también perciben las lootboxes como injustas cuando su contenido incluye ventajas competitivas como armas más poderosas o habilidades exclusivas. Esta práctica rompe con la lógica meritocrática del juego, donde el progreso debería depender de la habilidad y el tiempo invertido, no del dinero gastado. Este fenómeno, conocido como pay to win, no solo genera frustración, sino que alimenta la presión por gastar para no quedarse atrás, especialmente en juegos online donde la competencia es constante.
No se trata de privar a las desarrolladoras de monetizar sus títulos, sino de fomentar modelos que sean más transparentes, equitativos y seguros para todos los públicos, especialmente los más jóvenes. Como explica Navas,“no estoy en contra de que la gente capitalice lo que ha producido, pero sí de que no sea justo ni transparente con el usuario”.
Esto se puede conseguir, por ejemplo, revelando el porcentaje de probabilidad de las recompensas de las cajas o implementando alternativas como los pases de batalla, presentes desde hace mucho en videojuegos tan populares como Fortnite o Call of Duty. Con un pase de batalla, pagas una cantidad fija y, a medida que juegas y subes de nivel, vas desbloqueando premios concretos. A diferencia de las cajas botín, sabes exactamente qué recompensas vas a obtener y cuándo.
Este tipo de monetización permite mantener ingresos sostenibles para la industria sin recurrir a mecanismos que imitan el juego de azar y que pueden generar dependencia. A largo plazo, apostar por estos modelos mejorará la confianza del consumidor, la imagen del sector y, lo que es más importante, el bienestar psicológico de los jugadores.