Para muchos grupos de amigos adolescentes, el verano es una época marcada por los viajes, los festivales y los planes improvisados. También es una época en la que cuesta un poco más seguirse la pista; saber dónde se encuentra cada miembro del grupo o buscar un hueco para verse se dificulta entre tanto viaje y tantos planes de verano. La solución para muchos jóvenes es simple: compartir la ubicación en tiempo real como parte de su día a día.
Así, lo que antes se utilizaba de forma puntual y casi exclusivamente con familiares por motivos prácticos o de seguridad, se ha transformado en una costumbre normalizada entre amigos. Ya no se trata solo de avisar que se ha llegado bien a casa o de facilitar un punto de encuentro o de recogida: compartir la localización se ha convertido en la nueva trend del mundo hiperconectado en el que vivimos.
Pero el hecho de que una gran parte de la Generación Z comparta su ubicación de forma habitual no significa que esta práctica esté libre de implicaciones. Como muchas otras funciones digitales que se han naturalizado en los últimos años, la geolocalización permanente conlleva beneficios, pero también riesgos.
¿Socialización, privacidad, seguridad…?
Los motivos para compartir la ubicación son variados. Para algunos jóvenes, es una manera de sentirse acompañados y conectados, incluso sin necesidad de hablar. Para otros, supone una medida de seguridad, especialmente al salir de noche o viajar.
Según un estudio realizado por Life360, una plataforma dedicada precisamente al rastreo y la geolocalización en tiempo real, el 94 % de los jóvenes de la Generación Z afirma que compartir su ubicación mejora su vida. Entre las principales razones citadas: la sensación de protección, la facilidad para organizar encuentros, y la tranquilidad que ofrece saber dónde están los miembros del grupo en todo momento.
En cuanto a seguridad, no se puede negar que compartir tu ubicación con amigos o familiares puede ser útil en situaciones de emergencia, ya que facilita que te encuentren rápidamente si necesitas ayuda o estás en peligro.
Pero la posibilidad de monitorizar constantemente la localización de los demás también puede tener un impacto negativo a nivel social. Saber siempre dónde están tus amigos todo el rato puede generar presión para estar disponible, celos por actividades no compartidas y una pérdida de espontaneidad en las relaciones. Esta práctica puede erosionar la sensación de autonomía individual, especialmente si se vuelve una exigencia dentro de relaciones de pareja o de amistad. El acceso constante a la ubicación puede derivar, en algunos casos, en formas sutiles de control o vigilancia mutua, incluso cuando no se perciben como tales.
El acceso permanente a la localización plantea también riesgos en términos de privacidad. Si no se gestiona adecuadamente, los datos pueden quedar expuestos a terceros. Además, muchas personas–especialmente jóvenes– no son plenamente conscientes de cuántas aplicaciones acceden a su ubicación, ni durante cuánto tiempo retienen esa información. Aunque compartir ubicación puede ser útil en situaciones concretas, conviene mantener el control sobre cuándo, cómo y con quién se activa esta función.
Los mapas de la Gen Z
Son muchas las aplicaciones y redes sociales que permiten a sus usuarios compartir la ubicación. En la mayoría, esto se traduce en una opción que permite enviar la ubicación actual o en tiempo real por el chat de un grupo o a un contacto en concreto. Pero algunas cuentan con herramientas más sofisticadas, que convierten la idea de compartir la ubicación en una extensión más de la red social.
La función Snap Map de Snapchat fue una de las primeras en ofrecer este servicio. Lanzada por la red social en 2017, permite a los usuarios ver dónde están sus amigos en tiempo real sobre un mapa mundial, con su avatar o Bitmoji animado según su actividad. Los usuarios pueden elegir compartir su ubicación con amigos específicos, todos sus amigos o usar el Modo Fantasma para no compartirla.
A esto se suma el sistema operativo iOS, con su función“Compartir mi ubicación” a través de iMessage o la app“Buscar”. A diferencia de Snapchat, su uso es más discreto, a menudo limitado a círculos de confianza como parejas o familiares. Aunque su uso entre amigos y amigas está creciendo.
La última red social en sumarse a este tren es Instagram. La red social de FaceBook ha permite desde hace mucho tiempo compartir la ubicación en publicaciones e historias a través de etiquetas de ubicación o el uso de stickers geolocalizados. Pero más recientemente, ha incorporado una nueva función llamada“Mapa”, que permite a los usuarios compartir su ubicación en tiempo real con sus seguidores y ver dónde se encuentran sus amigos, de forma muy similar a la herramienta Snap Map de Snapchat.
Buenas prácticas para un uso consciente
En una era de conexión constante, compartir ubicación puede ser un puente entre personas. Pero también puede convertirse, si no se gestiona de forma consciente, en una forma de exposición no deseada o incluso en una nueva forma de dependencia. La clave está en decidir y ser conscientes de cuándo queremos estar disponibles, y para quién. Por eso:
- Activa la ubicación solo con personas de confianza y por períodos determinados.
- Revisa regularmente los ajustes de privacidad en las aplicaciones que usas.
- Desactiva la ubicación cuando no sea necesaria, o utiliza modos como el“modo fantasma” de Snapchat.
- Habla con tu círculo cercano sobre los límites y la necesidad de mantener un equilibrio entre conexión y autonomía.