En el ámbito digital, la geolocalización es un tema recurrente. Desde Levanta la Cabeza, este verano hemos hablado de cómo compartir la ubicación en tiempo real se ha convertido en una práctica habitual para la Generación Z, que la utiliza como una herramienta para mantenerse conectados, organizar planes y hasta como una medida de seguridad.
Sin embargo, en un ecosistema siempre cambiante como es el de las redes sociales, es propio encontrarse de vez en cuando con nuevas funciones y herramientas, pensadas para mejorar la experiencia o incrementar el engagement de los usuarios. La novedad de este verano ha sido el mapa de Instagram, el cual no ha sido recibido con el entusiasmo que quizá esperaba Meta. Su escasa popularidad hasta el momento ha demostrado que a pesar del mundo hiperconectado en el que viven, los usuarios están adoptando una postura cada vez más consciente y selectiva sobre su privacidad.
Misma herramienta, distintos resultados
Meta implementó su nueva herramienta de geolocalización en Instagram a principios de agosto. Al igual que su competidora, el mapa de Instagram permite a los usuarios compartir su ubicación exacta y en tiempo real. Se puede acceder a ella a través de un icono de globo terráqueo en la sección de mensajes. Al activar la función, los usuarios tienen la opción de elegir con quién compartir su ubicación: con todos sus seguidores, con la lista de“Mejores Amigos” o con un grupo específico. La ubicación se actualiza cada vez que la aplicación está activa o en segundo plano, y a diferencia de las etiquetas de ubicación en las publicaciones y las historias, que son estáticas, esta función muestra la ubicación actual del usuario en un mapa en tiempo real.
Se esperaba que esta función replicara el éxito de su competidor más directo, Snapchat, y su función Snap Map. En 2022, cinco años después de su lanzamiento en 2017, la herramienta registraba alrededor de 200 millones de usuarios al mes según datos de la propia compañía. El número de usuarios de Snapchat ha seguido creciendo en los últimos años, y en consecuencia el número de usuarios de Snap Map.
Visto este éxito, la lógica de Meta era simple: si a los jóvenes les gusta compartir su ubicación, una plataforma con miles de millones de usuarios no debería tener problemas. Pero el resultado ha sido muy diferente. Al poco tiempo de su lanzamiento, el nuevo mapa de Instagram ha resultado ser un espacio virtual vacío que nos plantea una pregunta fundamental: ¿por qué una herramienta que triunfa en una red social fracasa en otra?
El choque entre lo íntimo y lo público
La principal razón por la que el mapa de Instagram ha fallado en su adopción es el choque entre la naturaleza de Instagram y la función del mapa. Una usuaria lo resume perfectamente:"Instagram no es una aplicación íntima donde te gustaría que la gente supiera tu ubicación". La plataforma se concibió para compartir contenido público. En cambio, la geolocalización es un acto mucho más personal, algo que encaja mejor en plataformas diseñadas para círculos de confianza más reducidos, como Snapchat. Este desajuste entre la intención de la empresa y el comportamiento del usuario resalta un desafío en la digitalización: no todas las funciones encajan en todas las plataformas.
Aunque el objetivo de estas herramientas es conectar, también pueden generar presiones sociales y problemas de salud mental. Un estudio del grupo Common Sense Media encontró que un 45% de las adolescentes encuestadas afirmó que compartir su ubicación tuvo un efecto“mayoritariamente negativo”. Esto se debe al FOMO(fear of missing out), o miedo a perderse algo, algo que cada vez es más común con las redes sociales y que la geolocalización puede amplificar. La posibilidad de ver en tiempo real que tus amigos se están reuniendo sin ti puede generar ansiedad. Asímismo, puede erosionar la sensación de autonomía individual y derivar en formas sutiles de control o vigilancia mutua.
Una cuestión de confianza
Otro factor crucial es la falta de confianza. Meta, la empresa propietaria de Instagram, tiene un historial problemático en el manejo de datos, con escándalos de privacidad que le han costado miles de millones en multas y demandas. El mayor de estos fue el caso de Cambridge Analytica, una consultora política que en 2018 había accedido a los datos de millones de usuarios de Facebook sin su consentimiento. La información, recopilada a través de una aplicación de test de personalidad, fue utilizada para crear perfiles psicológicos y orientar campañas de publicidad política, lo que generó un debate mundial sobre la manipulación de la opinión pública y la falta de control de la empresa sobre la privacidad de sus usuarios.
A pesar de que la función del mapa de Instagram está desactivada por defecto y la empresa asegura que los usuarios tienen el control, la desconfianza en la compañía de Mark Zuckerberg persiste. Esta falta de confianza se convierte en una cuestión de ciberseguridad, ya que la ubicación es uno de los datos más sensibles que un teléfono puede generar. Esta información puede revelar detalles íntimos como dónde vives, trabajas o con quien estás compartiendo tu tiempo en un momento determinado.
El mapa vacío de Instagram no es un fracaso de la tecnología en sí, sino una señal de que cada red social tiene experiencias de usuario diferentes y que lo que funciona en una, puede no despertar el interés en otra. Además, demuestra que los usuarios son cada día más conscientes de su privacidad y del valor de sus datos. La clave, como siempre está en adoptar buenas prácticas: activar la ubicación solo con personas de confianza y cuando sea estrictamente necesario, revisar los ajustes de privacidad y mantener un equilibrio entre conexión y autonomía