Las herramientas digitales se aplican desde hace años en todos lo sectores y alcanzan a prácticamente todos los seres humanos. Es un mundo digital, sin duda; pero también es un mundo en el cual sus habitantes son cada vez mayores. La proporción de octogenarios en la Unión Europea se ha duplicado en lo que llevamos de siglo(del 3,4 % al 6%), y la Organización Mundial de la Salud prevé que un 16 % de la población mundial tendrá más de 65 años en 2050.

Esta situación no debería resultar paradójica. Las cifras demuestran que algo tan básico y cotidiano como internet, por ejemplo, efectivamente lo es: el 95,8 % de los 48,7 millones de españoles utilizó internet al menos una vez en los últimos tres meses, según un estudio del INE. Ese porcentaje, sin embargo, desciende en el grupo de personas mayores de 65 años a algo más de un 82 %. Un segmento de la población que representa, por otro lado, a un 20,42 % de los españoles.

La transformación digital es la cuarta mayor preocupación entre los mayores de 65 años, solo detrás de la salud, las pensiones y la seguridad. La adaptación a los avances tecnológicos supone un evidente problema para muchas personas de este colectivo. Según la Agencia Española de Protección de Datos, la exclusión digital aumenta, en cierto modo, los riesgos de padecer exclusión social, soledad, marginación y, finalmente, problemas de salud mental y emocional. Corren el riesgo de quedarse atrás.

Un campo de investigación propio

No obstante, las herramientas digitales con precisamente un elemento fundamental para potenciar el bienestar y la atención de estas personas. Miryam Piqueras, directora de Gobierno Clínico de Sanitas Mayores, asegura que estas innovaciones refuerzan su autonomía y su salud emocional, y facilitan entornos participativos en los que pueden mantener relaciones sociales de gran valor.

“A través de herramientas específicas, es posible garantizar el aprendizaje continuo y mejorar la conexión con sus seres queridos, así como fortalecer la sensación de compañía y seguridad. En definitiva, integrar la tecnología en la atención de las personas mayores trae consigo beneficios a corto y largo plazo, tanto para la salud mental como para la física”, añade Piqueras.

Es un campo tan amplio que hasta tiene nombre: gerontotecnología. Es una disciplina en expansión que investiga la aplicación de soluciones tecnológicas en estas personas para mejorar, entre otros factores, el cuidado que requieren. De hecho, comienza a hablarse delinternet de las cosas de la salud”, la inteligencia artificial trabaja en la monitorización de caídas y ya se puede identificar mediante algoritmos el grado de fragilidad física y cognitiva de una persona.

Autonomía y estimulación

Además, los mayores de 65 años pueden desarrollar una vida más independiente y con un mayor sentido del autocuidado a través de, por ejemplo, sistemas de recordatorio de medicaciones que contribuyen a una mayor confianza en la gestión diaria de la salud.

Dispositivos de seguimiento y asistencia, y aplicaciones de alerta médica, prevén complicaciones sanitarias y detectan incidencias con rapidez y eficacia. Se trata de herramientas que garantizan la tranquilidad de las personas mayores y de sus familiares y gente cercana. Mejoran su bienestar general y aseguran respuestas ágiles ante cualquier emergencia.

Ya incluso es posible que profesionales sanitarios pasen consulta de forma virtual. La teleasistencia los puede atender las 24 horas del día durante toda la semana.

Comunicación y aprendizaje

También entretienen. Aunque parezca frívolo, los juegos y los ejercicios interactivos en tabletas o televisiones inteligentes prolongan la actividad mental y ralentizan, por lo tanto, un posible deterioro cognitivo, además de reforzar habilidades esenciales como la concentración o la memoria. La tecnología abre asimismo un amplio abanico de ofertas formativas y recreativas, como cursos virtuales o talleres online que fomentan la curiosidad y la motivación, mejoran el estado de ánimo y enriquecen el día a día.

Por otro lado, la digitalización ha permitido un aumento histórico en las posibilidades comunicativas. Llamadas telefónicas, mensajes de texto, aplicaciones de videollamadas, redes sociales… Hay innumerables formas de crear y de mantener en el tiempo comunicaciones prácticamente instantáneas. Las personas mayores pueden así reforzar sus vínculos familiares y amistosos, prevenir o reducir el aislamiento y la soledad no deseada, fortalecer lazos afectivos y participar de forma activa en la vida cotidiana de sus entornos familiares y amistosos.