Los niños y niñas de cuatro años consumen, de media, 414 gramos diarios de alimentos ultraprocesados, lo que equivale al 33% de su ingesta total. Así lo concluye un trabajo de la Unidad de Epidemiología de la Nutrición (Epinut) de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), que ha analizado los factores que determinan este consumo en más de 1.700 familias españolas.
Qué comen los más pequeños
Entre los productos ultraprocesados más presentes en la dieta infantil destacan los lácteos de este tipo, que representan el 44,3% del total. Les siguen las bebidas azucaradas y zumos industriales (17,8%) y los dulces y repostería (16,5%). Este patrón refleja la facilidad de acceso y la normalización de estos productos en la alimentación cotidiana de los menores.
El estudio, publicado en la revista Appetite, señala que la exposición a pantallas está directamente relacionada con un mayor consumo de ultraprocesados. Los niños que ven televisión más de una hora y media al día ingieren más cantidad de estos productos que quienes pasan menos tiempo frente a ella.
También se observa un vínculo con los hábitos de la madre durante el embarazo: aquellas que consumieron más ultraprocesados durante la gestación tienen hijos con mayor tendencia a incorporarlos en su dieta. Por el contrario, los hijos de madres de 30 años o más presentan un menor consumo, lo que apunta a la influencia de factores sociodemográficos y de estilo de vida en la alimentación infantil.
Una base para la prevención
Los investigadores destacan que estos resultados ofrecen evidencias sólidas para diseñar políticas de prevención en salud pública centradas en reducir el consumo de ultraprocesados desde la infancia. El compromiso del grupo Epinut, junto con el Instituto de Investigación Sanitaria y Biomédica de Alicante (Isabial) y el Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (Ciberesp), es aportar conocimiento que permita actuar sobre factores de riesgo modificables y fomentar hábitos saludables desde los primeros años de vida.
La investigación refuerza una idea clave: las decisiones de hoy, tanto en el entorno familiar como en las políticas públicas, marcarán el bienestar nutricional y la salud de las próximas generaciones.