Aunque el consumo de pescado siempre conllevará beneficios nutricionales para nuestra dieta, no todos aportan las mismas ventajas al organismo. De hecho, los pescados pequeños como las sardinas o los boquerones, destacan por ser de las fuentes más ricas en omega 3 y calcio, muy por encima del resto de especies más grandes.

Además de sus propiedades antinflamatorias, numerosos estudios apuntan a que el pescado ayuda a prevenir el cáncer, la diabetes, y es esencial para proteger el corazón, y evitar cualquier posible problema o enfermedad relacionada con la circulación de la sangre.

Si consumir cualquier tipo de pescado en general supone una mejora significativa para nuestro organismo, las especies de un tamaño más reducido constituyen una mejora extra, basada en las propiedades exclusivas de este tipo de pescados, como calcio, proteínas o vitaminas.

La absorción de calcio por nuestro organismo es mayor si basamos nuestro consumo de pescado en especies de menor tamaño, ya que, a diferencia de sus congéneres más grandes, en este caso, comernos sus espinas no debería suponer ningún problema de atragantamiento. Además, al tratarse de pescados más pequeños, contarán con niveles más reducidos de grasas y colesterol. Unas sustancias más perjudiciales que sí destacan en peces más grandes, como el salmón o el atún.

Por otra parte, estas especies, que no deben confundirse con crías de pescado, que aún no han alcanzado su madurez, son mucho más fáciles y rápidos de preparar que cualquier pescado más grande, y su consumo frecuente no supone inconvenientes para nuestra salud, como sí podría ocurrir con el pez espada o el atún rojo.