La enfermedad de ojo seco constituye un motivo frecuente de consulta en Oftalmología y ha registrado un considerable aumento de su incidencia, que se prevé continuará en los próximos años. Para hacer frente a este problema de salud indicaron que el papel de la nutrición es clave, ya que un aporte adecuado de nutrientes podría ayudar a mejorar y prevenir esta enfermedad, tanto por las propiedades intrínsecas de determinados nutrientes como por el efecto que pueden tener sobre la microbiota intestinal.
Las pantallas, el gran enemigo de la salud ocular
La enfermedad de ojo seco está en auge debido al actual estilo de vida, caracterizado por el uso de pantallas, los efectos de la calefacción y el aire acondicionado, la polución o la influencia de ciertas medicaciones; pero, además, se ha identificado su relación con la nutrición, considerándose actualmente esta como una variable muy a tener en cuenta, tanto en el plano preventivo como en el terapéutico.
En los últimos años, numerosos estudios in vitro e in vivo han demostrado el efecto beneficioso de ciertos componentes de la dieta sobre la salud del sistema ocular superficial.
Los cambios producidos en la alimentación en este siglo XXI han determinado un claro aumento de la prevalencia de la enfermedad de ojo seco. Distintos estudios revelan que una dieta rica en omega 6 aumenta hasta 2,5 veces el riesgo de sufrir una enfermedad de ojo seco. En cambio, los ácidos grasos omega-3 poseen propiedades antiinflamatorias, anticoagulantes y antihipertensivas. Además, regulan el metabolismo de los lípidos, la glucosa y las funciones del sistema nervioso central. En humanos, los ácidos grasos poliinsaturados han demostrado un efecto protector contra enfermedades crónicas como son las enfermedades cardíacas, el cáncer y los trastornos neurodegenerativos. Las vitaminas A, D y C; y determinadas sustancias como la cúrcuma, también tienen un efecto positivo en la salud ocular.
Microbiota intestinal
Se ha demostrado una mayor incidencia de esta entidad en las pacientes con anorexia o en carencias de vitamina A, por malabsorción o en casos de cirugía bariátrica. También hay una mayor prevalencia de ojo seco en personas obesas respecto a las más delgadas, o en los casos de intolerancias alimentarias (gluten, lactosa, fructosa), que condicionan estados de inflamación intestinal y, por tanto, alteraciones autoinmunes con afectación ocular, como ojo seco, uveítis o escleritis.