Todos los años nos surge la misma pregunta cuando nos encontramos a las puertas del invierno: ¿de dónde sacamos la vitamina D ahora que se acaba el verano? y es que el 90% de esta vitamina la obtenemos, efectivamente, gracias a la radiación solar.

La importancia del ángulo del sol

España en concreto se encuentra encima del paralelo 35 y, eso hace que la incidencia de los rayos incremente en los meses de marzo a octubre. Si a lo largo de estos meses logramos una correcta exposición, podemos obtener muchos beneficios para la salud. Si en verano, los dermatólogos recomiendan una exposición de 10 a 15 minutos, en invierno este tiempo debe ser mayor para que haya más reserva de esta vitamina.

Tomar el sol en invierno
Tomar el sol en invierno | Pexels

¿Qué más hacer en invierno?

En invierno, al contrario de lo que muchos piensan, es importante la adecuada exposición al sol en brazos y piernas. Sin embargo, también es recomendable aumentar el consumo de alimentos ricos en vitamina D, algunos ejemplos de estos alimentos son: el salmón fresco, las sardinas enlatadas, el atún enlatado, los champiñones shiitake, la yema del huevo, el aceite de hígado de bacalao, la leche, el zumo de naranja o los yogures suplementados (así como los quesos, la mantequilla, la margarina o los cereales).

La importancia de la vitamina D

Principalmente, la vitamina D es importante para la calidad del hueso, actúa en muchos tejidos, a muchos niveles y regula la transcripción de los genes de nuestro organismo. La falta de esta vitamina puede llevar a enfermedades como el raquitismo o la osteomalacia en adultos y niños. Además, es interesante saber que así como el exceso de exposición al sol puede desarrollar problemas en la piel y en la salud, la falta de exposición puede desembocar en cánceres de distintos tipos, enfermedades cardiovasculares y autoinmunes.

Las personas que presentan riesgos por déficit de esta vitamina, deben someterse a pruebas médicas para medir sus niveles de vitamina D y recetar suplementos si s necesario. Las personas que suelen ser más propensas a estos riesgos, son las personas de raza no caucásica, personas de edades avanzadas, mujeres en periodo de gestación y personas que estén consumiendo fármacos como glucocorticoides, antiepilépticos, fármacos para el VIH, antifúngicos o rifampicina, entre otros factores.