La investigación de la Universidad de California en Santa Cruz, publicada en la revista científica PNAS, demuestra que el análisis de los datos de geolocalización de los barcos, recogidos a través de sistemas de seguimiento obligatorios, permite identificar alteraciones en el comportamiento y la distribución de especies marinas de alto valor ecológico y económico. Entre ellas, grandes depredadores como ballenas o especies comerciales como el atún blanco.

Cuando el océano se calienta, la pesca lo nota

Uno de los casos más claros analizados por el equipo científico se produjo en 2023, cuando una intensa ola de calor marina elevó de forma anómala la temperatura del Pacífico norte. Este calentamiento provocó la dispersión del atún blanco, dificultando su localización y haciendo que su captura resultara inviable para muchas flotas.

El resultado fue una de las peores temporadas de pesca del atún blanco en Estados Unidos, hasta el punto de que en 2024 varios gobernadores solicitaron la declaración de desastre pesquero federal para poder ofrecer ayudas económicas al sector. Sin embargo, esta petición llegó un año después de que se produjera el colapso. Según el estudio, la crisis podría haberse detectado con antelación si los datos casi en tiempo real del Sistema de Monitoreo de Buques se hubieran interpretado como indicadores de anomalías ambientales, y no solo como herramientas de control y vigilancia.

Flotas pesqueras actuando como "sensores vivos"

"La actividad de los barcos de pesca genera una enorme cantidad de datos que hasta ahora se han utilizado principalmente para fines regulatorios", explica Heather Welch, investigadora del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de California en Santa Cruz. "Es emocionante comprobar que también pueden ayudarnos a entender la salud del ecosistema marino".

Este enfoque se enmarca dentro del concepto de "centinelas del ecosistema", una idea cada vez más extendida en la ciencia ambiental. Se basa en identificar organismos o sistemas que reaccionan de forma temprana a los cambios en su entorno y que, por tanto, sirven como señales de alerta ante alteraciones ecológicas.

Hasta ahora, este papel se había atribuido principalmente a animales como aves marinas o ballenas. Sin embargo, el estudio plantea que los pescadores también cumplen esta función de forma indirecta, ya que sus decisiones, desplazamientos y zonas de actividad reflejan cambios reales en el océano.

Anticiparse para proteger y prevenir

Los investigadores subrayan que los pescadores recorren amplias zonas del mar y muestrean grandes áreas de forma continua. Además, sus movimientos están monitorizados mediante sistemas de alta resolución casi en tiempo real, como el seguimiento por satélite, los registros de desembarque y la cartografía marina.

Aprovechar esta información no solo permitiría proteger especies vulnerables y reducir conflictos con el tráfico marítimo, sino también evitar colapsos pesqueros que afectan directamente a las economías locales y a comunidades costeras enteras. En las últimas décadas, el cambio climático, junto a fenómenos extremos como El Niño o las olas de calor marinas, ha provocado tensiones entre flotas, sobreexplotación y desajustes en las cuotas de captura. Ejemplos como el desplome del mercado de la langosta en el golfo de Maine en 2012, o la sobrepesca del bacalao en la misma región años después, evidencian las consecuencias de no detectar a tiempo los cambios en los ecosistemas.

Datos para un futuro más sostenible

Integrar los datos de la pesca en los sistemas de observación ambiental podría suponer un avance clave hacia una gestión más adaptativa y sostenible de los océanos. Anticiparse a las señales del mar permitiría ajustar políticas, proteger la biodiversidad y reducir el impacto económico de crisis que, de otro modo, llegan cuando ya es demasiado tarde.

En un contexto de calentamiento global y océanos cada vez más impredecibles, escuchar lo que nos dicen las rutas de los barcos puede ser una nueva forma de cuidar el mar y de construir un equilibrio más justo entre actividad humana y conservación.