La presión internacional para alcanzar un acuerdo vinculante contra la contaminaciónpor plásticos se intensificó esta semana en la tercera Cumbre de la ONU sobre los Océanos (UNOC3), celebrada en Niza, con la adhesión de 96 países a una declaración conjunta que reclama un tratado mundial para reducir la producción de plásticos y detener su impacto creciente en los ecosistemas marinos y la salud humana.
El objetivo de esta declaración es alcanzar un consenso global en la próxima ronda de negociaciones que tendrá lugar en agosto en Ginebra, a pesar de la oposición firme de algunos de los mayores productores de petróleo del mundo, Arabia Saudí, Irán y Rusia, y otros países con industrias petroquímicas dominantes.
“La evidencia científica nos lleva a decir que es necesario actuar con urgencia”, defendió desde Niza la vicepresidenta tercera del Gobierno de España y ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, quien subrayó que aún existen países indecisos cuya posición será clave.
Una amenaza global para el planeta y la salud
La contaminación por plásticos representa uno de los desafíos más graves para la conservación de los océanos. Se estima que al menos 100.000 aves y mamíferos marinos mueren cada año por ingerir o enredarse en plásticos. Además, los microplásticos y sus aditivos, hasta 16.000 compuestos químicos diferentes, han sido asociados a enfermedades cardiovasculares y alteraciones endocrinas en humanos.
“Es mentir a la ciudadanía y a la ciencia decir que basta con reciclar. Hay que frenar la producción”, alertó la ministra francesa de Transición Ecológica, Agnès Pannier-Runacher, quien advirtió que, de no mediar regulaciones, la producción mundial de plásticos, que actualmente ronda las 460 millones de toneladas anuales, podría triplicarse para 2060.
Bloqueos y desigualdades
El proceso para redactar un tratado ha incluido hasta ahora cinco rondas de negociaciones (en Uruguay, Francia, Kenia, Canadá y Corea del Sur), sin éxito debido a la resistencia de los países con grandes intereses en la industria del petróleo y los plásticos.
Entre los países que no han respaldado aún la declaración figuran China, India y Estados Unidos, así como grandes economías de América Latina como Brasil y Argentina. En contraste, han firmado el texto naciones como España, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú y Uruguay, entre otras.
El abogado colombiano Andrés del Castillo, especialista del Centro de Derecho Ambiental Internacional (CIEL), consideró la declaración como “un buen punto de partida” que rompe la inercia y demuestra que “la mayoría está hablando fuerte”. También subrayó que este respaldo puede proteger a países que temían represalias económicas de los grandes opositores al tratado.
Del Castillo también denunció la existencia de 1.400 nuevos proyectos de petroquímicas en desarrollo, y recordó que no existe actualmente un sistema de gestión de residuos que pueda absorber ese crecimiento.
Liderazgo desde el Sur Global
El experto destacó que los primeros países en actuar contra los plásticos no fueron potencias desarrolladas, sino naciones africanas como Ruanda y Kenia, además de Bangladés, que en los años 90 fue pionero en prohibir las bolsas plásticas al ver cómo saturaban los sistemas de canalización.
La declaración promovida en la Cumbre busca corregir décadas de inacción, y posicionar el enfoque de “reducción desde el origen” como prioridad, frente a soluciones centradas únicamente en el reciclaje, que según los expertos son insuficientes.
¿Un tratado histórico a la vista?
Con el horizonte puesto en la cumbre de Ginebra en agosto, la comunidad internacional se juega la oportunidad de adoptar el primer tratado global jurídicamente vinculante para combatir la contaminación plástica, similar a los pactos internacionales sobre cambio climático o biodiversidad.
Si bien las divisiones geopolíticas siguen presentes, la creciente presión científica, ciudadana y diplomática podría marcar un punto de inflexión en la lucha contra uno de los mayores desafíos ambientales del siglo XXI.