Las praderas submarinas, también llamadas bosques azules, se posicionan como uno de los ecosistemas más productivos y ricos en biodiversidad del planeta. A pesar de que ocupan menos del 0,2 % de la superficie oceánica global, tienen la capacidad de almacenar más del 10% del dióxido de carbono que los océanos absorben anualmente. Un reciente estudio internacional, liderado por el Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC), ha estimado la contribución de estos ecosistemas en la lucha contra el cambio climático a través de el primer inventario mundial que detalla su capacidad para retener carbono.
Los resultados, publicados en Nature Communications, manifiestan que las praderas submarinas pueden almacenar cantidades de carbono equivalentes o superiores a las de los bosques tropicales, alcanzando una retención promedio de siete toneladas por hectárea cada año. Este estudio no solo proporciona cifras globales, sino que también desglosa datos por regiones y tipos de praderas, lo cual permite entender mejor el papel específico que desempeñan en el ciclo del carbono.
Plantas marinas que capturan CO₂
El estudio destaca cómo las praderas fanerógamas actúan como almacenes de carbono azul, capturando y almacenando dióxido de carbono procedente de la atmósfera. Además, se detallan las capacidades individuales de cada región y tipo de pradera para transformar este gas en biomasa vegetal. Según Òscar Serrano, investigador del CEAB-CSIC y coordinador del trabajo, esta información es muy importante para que cada territorio reconozca la importancia de sus propios bosques azules.
A nivel global, las estructuras subterráneas como hojas, rizomas y raíces de estas plantas marinas logran retener hasta 40 millones de toneladas de carbono. Un ejemplo notable son las praderas submarinas de Posidonia, que se encuentran en el Mar Mediterráneo hasta profundidades de 45 metros. Estas praderas no sólo son cruciales para mantener la claridad del agua y proteger las costas contra la erosión, sino que también juegan un papel vital en la mitigación del cambio climático al capturar uno de los principales gases responsables del calentamiento global.
Diferencias según regiones
El estudio muestra que la capacidad de las plantas para capturar carbono varía en función de su género. Las praderas de géneros persistentes, como las de posidonia en el Mediterráneo, acumulan más carbono en su estructura, mientras que los géneros colonizadores destacan por la rapidez de crecimiento y la alta capacidad de capturar CO₂ año tras año.
También recoge las diferencias evidentes en función del mar. Por ejemplo, en el Mediterráneo, las praderas retienen mucho carbono bajo el suelo marino, pero su ritmo de captación anual es moderado. En cambio, en regiones como en el Pacífico norte o el Atlántico templado, ocurre lo contrario: las praderas están formadas por plantas más pequeñas y menos duraderas, pero con un crecimiento muy rápido que captura más CO₂ que las mediterráneas. En otras palabras, "unas acumulan más carbono a largo plazo, mientras que otras destacan por la velocidad con la que fijan este gas", explica el investigador del CEAB-CSIC.
Papel clave frente al cambio climático
A pesar del papel crucial que desempeñan las praderas marinas en la captura del CO₂, enfrentan amenazas constantes debido a factores como la urbanización desmedida y la contaminación. Se estima que su pérdida genera entre 154 y 256 gigagramos anuales equivalentes a dióxido de carbono solo por las partes vivas. Países como Australia, España y Estados Unidos concentran más del 80% de estas emisiones relacionadas con la desaparición de estos ecosistemas.
Los investigadores sugieren incluir las praderas marinas dentro de los mercados internacionales de créditos de carbono junto a otros ecosistemas como bosques y manglares. Esta inclusión podría incentivar tanto su conservación como a su restauración. "Las praderas marinas son muy importantes en nuestra lucha contra el cambio climático; preservar estos ecosistemas no solo protege la biodiversidad sino que también ayuda a evitar emisiones", manifiesta Enric Gomis, estudiante doctoral involucrado en esta investigación.
Este trabajo ha sido desarrollado por un equipo multidisciplinario liderado por el CEAB-CSIC junto con Biosfera Research & Conservation y varias universidades e institutos internacionales especializados.

