Durante millones de años, los ecosistemas terrestres han mostrado una extraordinaria capacidad de adaptación a los cambios más extremos del planeta: desde glaciaciones hasta reordenamientos tectónicos. Sin embargo, un nuevo estudio internacional advierte que la actual velocidad de extinción de especies podría superar esa resiliencia natural y llevar a un colapso ecológico global.

La investigación, publicada en la revista científica 'Nature Communications', ha sido coordinada por investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) en colaboración con centros de distintos países. Su objetivo: analizar cómo respondieron los ecosistemas del pasado a los grandes cambios ambientales. Para ello, el equipo estudió más de 3.000 fósiles de grandes herbívoros extintos que habitaron el planeta durante los últimos 60 millones de años.

“Nuestros resultados muestran que los ecosistemas tienen una asombrosa capacidad de adaptación, pero hay un límite”, señala Juan López Cantalapiedra, investigador del MNCN-CSIC y uno de los autores principales del estudio.

El pasado: estabilidad frente al cambio

Según los científicos, la historia de la Tierra ha estado marcada por profundas transformaciones, como la formación del puente terrestre de Gomphotherium hace 21 millones de años, que unió África y Eurasia, o el enfriamiento climático global hace 10 millones de años, que reconfiguraron los paisajes y forzaron a especies a migrar, adaptarse o desaparecer.

A pesar de estas crisis, los ecosistemas mantuvieron su equilibrio funcional gracias a que otras especies asumían los roles ecológicos de las extintas. “Lo importante no era mantener las especies, sino las funciones que desempeñaban en el sistema”, explica Cantalapiedra. Herbívoros como mastodontes, ciervos gigantes o antiguos rinocerontes modelaban la vegetación, dispersaban semillas y afectaban incluso a los incendios forestales: eran verdaderos ingenieros ecológicos.

“Es como un equipo de fútbol que cambia de jugadores durante el partido, pero mantiene la misma formación”, ilustra Ignacio Aguilar Lazagabaster, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).

Dos reorganizaciones globales y una tercera en camino

El estudio identificó dos momentos en los que las comunidades de grandes herbívoros experimentaron reorganizaciones ecológicas globales: la primera, por la conexión continental entre África y Eurasia; la segunda, por el cambio climático que transformó bosques en praderas, desplazando a los herbívoros forestales en favor de especies pastadoras con dientes más resistentes.

A pesar de estas transformaciones, el sistema funcional se mantuvo estable durante millones de años, incluso cuando desaparecieron megafaunas como los mamuts o rinocerontes lanudos en los últimos 129.000 años.

Pero ahora, los investigadores alertan de que podríamos estar acercándonos a un tercer punto de inflexión, causado por la acción humana: deforestación, cambio climático, contaminación, pérdida de hábitats y especies a un ritmo sin precedentes en la historia reciente.

“La actual pérdida de biodiversidad es tan rápida que podría colapsar la red funcional que sostiene a los ecosistemas”, advierte el estudio.

Una advertencia para el presente y el futuro

Los autores concluyen que aunque los ecosistemas del pasado demostraron una notable capacidad de resistencia, el actual ritmo de deterioro es incompatible con la regeneración natural. Si las funciones ecológicas que sostienen los ecosistemas desaparecen junto con las especies, la estabilidad global podría quebrarse.

Por ello, los científicos instan a reforzar las políticas de protección de la biodiversidad, a reconocer la importancia funcional de cada especie, y a adoptar medidas urgentes que reduzcan la velocidad de destrucción del entorno natural.

“Estamos ayudando a acelerar un colapso que amenaza nuestra propia supervivencia”, concluye Cantalapiedra.