Tras esta tragedia ambiental se esconde un problema estructural que exige respuestas urgentes: la mayoría de los incendios tienen origen humano y la prevención social es la herramienta más eficaz para reducirlos.

El verano de 2025 pasará a la historia como uno de los más destructivos para los bosques españoles. Los incendios se han multiplicado con un comportamiento explosivo, simultáneo y muy difícil de controlar. Detrás de esta oleada, los expertos señalan un cóctel de factores: abandono rural, falta de gestión forestal y crisis climática, a lo que se suma un uso indebido del fuego en el medio rural.

El origen humano, la principal causa

Los datos son contundentes: el 95% de los incendios en España tienen un origen humano, y más de la mitad (53 %) son intencionados. Entre las motivaciones más comunes destacan las quemas agrícolas ilegales (38 %) y la regeneración de pastos (30 %). A esto se añaden conflictos sociales y económicos que siguen traduciéndose en fuegos provocados, como se ha investigado en Ourense tras la evacuación de varias aldeas.

Las negligencias también son responsables de un alto porcentaje: el 28 % de los incendios se deben a accidentes relacionados con quemas mal gestionadas o chispas de la maquinaria. El incendio de Méntrida (Toledo), originado por una imprudencia en una cuneta y que arrasó más de 3000 hectáreas, es un ejemplo reciente.

Soluciones: más prevención, menos abandono

Aunque solo el 5% de los incendios tienen causas naturales, este porcentaje ha ido en aumento. Las tormentas secas y los rayos son cada vez más frecuentes y actúan como desencadenantes en un territorio cada vez más vulnerable. Así ocurrió en la sierra de la Culebra (Zamora) en 2022, con casi 66 000 hectáreas calcinadas, o en el incendio de Teresa de Cofrentes (Valencia), donde la caída de más de 390 rayos en un solo día quemó 500 hectáreas.

La única forma de evitar que los grandes incendios sigan devorando comarcas enteras es transformar la forma en que gestionamos el territorio. No basta con limpiar cortafuegos o mantener puntos de agua: es necesario crear paisajes menos inflamables y más resilientes, lo que pasa por combatir el abandono rural y promover una gestión forestal sostenible.

Algunas medidas urgentes para reducir la siniestralidad son:

  • Reforzar la investigación de causas.
  • Poner en marcha programas sociales en zonas de alta recurrencia.
  • Aplicar sanciones ejemplares a los responsables de incendios.
  • Desarrollar campañas de sensibilización tanto en entornos urbanos como rurales.

La magnitud de la catástrofe de 2025 recuerda que el fuego no solo destruye bosques: arrasa con vidas, economías locales y ecosistemas enteros. Invertir en prevención social y en la adaptación del territorio no es una opción, sino una obligación para proteger el futuro. En palabras sencillas: la mejor forma de apagar los incendios empieza mucho antes de que se enciendan.