Vivimos en un mundo donde niños y adolescentes interactúan con pantallas desde edades cada vez más tempranas. Pero el ritmo al que adquieren los conocimientos y las herramientas necesarias para utilizarlas con responsabilidad es, a menudo, otro. Identificar riesgos online o tomar decisiones responsables en redes sociales son algunos de los desafíos a los que se enfrentan los más jóvenes. La pregunta es:¿es posible saber si un niño o una niña tiene la madurez suficiente para enfrentarse al entorno digital?

A eso intenta responder el Índice de Madurez Digital Juvenil(DYMI,por sus siglas en inglés), una herramienta desarrollada por el proyecto DIGYMATEX. El proyecto, financiado por la UE y formado por 12 organizaciones asociadas de destacadas universidades, instituciones de investigación y empresas tecnológicas de nueve países diferentes(Alemania, Dinamarca, Austria, España, Noruega, Grecia, Países Bajos, Irlanda, Israel y Francia) tiene un objetivo: medir el grado de preparación de los menores entre 9 y 16 años en el uso de la tecnología.

Para saber más sobre el DYMI hemos hablado con Konstantina Valogianni, miembro del proyecto y profesora de Sistemas de Información y Tecnología del Instituto de Empresa(IE), una de las universidades colaboradoras.“Empezamos a ver muchos cambios en cómo se comportan los niños en clase. Su atención, su manera de interactuar… todo estaba cambiando, y sentimos que necesitábamos entenderlo mejor”, explica. Valogianni ha estado involucrada en el proyecto junto a su estudiante de doctorado Aqib Siddiqui, quién ha contribuido al desarrollo del algoritmo que permite calcular el DYMI.

Más allá del control parental

A menudo, el debate en torno al uso de la tecnología por parte de los menores se reduce a establecer límites: cuánto tiempo pueden estar frente a una pantalla, a qué edad deben tener móvil o si deberían usar redes sociales. El DYMI propone un enfoque diferente: entender qué nivel de madurez tiene cada menor y adaptar las estrategias educativas a su perfil.

El índice analiza diez dimensiones clave que permiten medir cómo los menores se desenvuelven en entornos digitales. Las más influyentes son la conciencia de riesgos, el crecimiento personal y la regulación emocional, fundamentales para evitar conductas impulsivas o peligrosas. Otras dimensiones, como la alfabetización digital, el respeto a los demás y la autonomía de elección, reflejan la capacidad del menor para usar la tecnología de forma crítica y ética.

Esta jerarquía ayuda a identificar qué habilidades necesitan reforzarse para fomentar un uso responsable y saludable de la tecnología desde la infancia. Sin embargo, para que la herramienta sea flexible y se adapte a diferentes realidades, el peso de cada dimensión puede variar según el país y el contexto social.

Como señala Valogianni,“cada dimensión tiene un peso específico dentro del índice, y eso cambia un poco según el país. Eso es lo que nos permite adaptar las recomendaciones”. Además, el equipo ha utilizado algoritmos y técnicas de machine learning para analizar los datos recogidos y clasificar a los menores según niveles de madurez: alta, media o baja.

  • Alta madurez digital: niños que saben cómo protegerse, buscan información de calidad y gestionan bien su comportamiento online.
  • Madurez intermedia: menores que entienden parte de los riesgos, pero necesitan mejorar en autonomía y gestión emocional.
  • Baja madurez digital: perfiles más impulsivos, con menor conciencia crítica y mayor exposición a problemas como el ciberacoso.

Detectar a tiempo para actuar mejor

Este enfoque permite diseñar intervenciones personalizadas, tanto en casa como en el entorno educativo.“Los niños no nacen siendo nativos digitales en el sentido crítico de la palabra. Tienen habilidades técnicas, pero no necesariamente sociales o éticas en lo digital”, advierte Valogianni.

La falsa noción de que los menores“ya controlan” por haber crecido con pantallas puede llevar a errores. Según la investigadora,“los que han sido educados previamente para usar Internet sacan mucho más partido a la tecnología y se enfrentan con más garantías a sus riesgos”.

El equipo de investigadores está ahora analizando datos concretos de España, donde también se están realizando encuestas con familias para entender el contexto educativo y cultural local. A diferencia de otros estudios, este proyecto tiene en cuenta variables como el entorno familiar, el tipo de educación recibida o la personalidad del menor.

¿A qué edad deberían usar Internet?

Es una de las grandes preguntas, y no tiene una única respuesta.“Vemos que la edad influye, pero no es lo más determinante. Hay niños pequeños que se manejan muy bien porque han sido educados, y adolescentes que todavía no han desarrollado hábitos responsables”, explica Valogianni, y añade:“Lo que realmente importa es hacer que los niños sean conscientes de lo que están haciendo, independientemente de la edad”.

El verdadero reto está en acompañar desde el principio, no solo en supervisar o prohibir. Eso implica explicar desde edades tempranas para qué sirve la tecnología, cómo puede ayudarles a estudiar, a expresarse o a conectar con otros… pero también qué peligros entraña si no se usa con criterio.“No se trata solo de advertir sobre los riesgos, sino de enseñar que el uso adecuado de Internet puede ayudarte a ser mejor estudiante, mejor amigo… mejor persona”, resume la experta.

Inteligencia artificial, el nuevo reto

La aparición de herramientas de inteligencia artificial generativa, como los modelos que escriben textos, crean imágenes o simulan voces reales, está cambiando la forma en la que estudiamos, trabajamos y nos informamos. Aunque ofrece muchas ventajas, también supone riesgos, como la desinformación. ¿Están los menores preparados para distinguir entre contenido real y fabricado por una máquina? Valogianni lo tiene claro:“Una de las competencias más importantes que tenemos que desarrollar es el pensamiento crítico. Porque cuanto más capaces seamos de evaluar si una información es correcta, más preparados estaremos”.

En un entorno cada vez más digitalizado e hiperconectado, educar a los menores en el uso responsable de la tecnología ya no es una opción, es una necesidad urgente. Herramientas como el Índice de Madurez Digital de DIGYMATEX ofrecen un punto de partida personalizado para comprender cómo interactúan los menores con el entorno digital, para que podamos acompañarlos y educarlos mejor.

Como afirma Konstantina Valogianni, coautora del proyecto:“Si tuviera que diseñar una intervención, pensaría que cuanto antes se expliquen los riesgos a los niños, mejor.” Porque formar ciudadanos digitales empieza antes del primer“clic”. Y cuanto más conscientes sean desde el principio, más preparados estarán para todo lo que viene después.