En el décimo aniversario de ‘Cada lata cuenta’, un curioso personaje metálico ha llamado la atención de los madrileños. Se trata de Álvaro Torres, actor y director artístico de Sol y Tierra Teatro Ecosocial, que ha paseado por la ciudad con un traje construido íntegramente con latas recicladas. Su aparición no ha sido solo una puesta en escena artística, sino también una potente metáfora visual sobre la circularidad, el reciclaje y la sostenibilidad.
La propuesta nace de una colaboración entre la iniciativa ambiental Cada lata cuenta y su director Pablo García, la compañía teatral de Álvaro y el equipo creativo de Planeta Dots, liderado por Roser Giralt. El objetivo: crear un impacto emocional y reflexivo a partir del arte, el ruido y la interacción directa con el público.
Álvaro ha sido quien ha dado vida a este “ser de lata” que, con cada paso, producía sonidos metálicos que captaban la atención. “Me sentía como un caballo de carreras”, cuenta entre risas, describiendo el esfuerzo físico que implicó moverse bajo las latas, sin apenas visibilidad y con el calor como acompañante. A pesar del reto, la experiencia le resultó enriquecedora. Por Madrid la gente se relacionaba con él y reaccionaban al traje. Como un happening teatral con mensaje.
El proyecto, impulsado por Cada lata cuenta, busca conectar con el público desde lo emocional y lo artístico. Su director destaca el valor de utilizar tradiciones, como los carnavales, para trasladar mensajes de sostenibilidad: “Si la gente queda tocada a través de las emociones, puede reflexionar sobre lo que representa el traje: una metáfora de circularidad”. Las latas, según explica, son un ejemplo perfecto del reciclaje bien entendido: se fabrican, se consumen, se reciclan y vuelven a convertirse en latas, en un ciclo infinito.
Para Roser Giralt, diseñadora del traje y cofundadora de Planeta Dots, este proyecto ha supuesto salir completamente de su zona de confort. El desafío estaba en convertir un material rígido y sonoro como la lata en una especie de segunda piel: “Tuvimos que investigar cómo adaptar una lata a un cuerpo humano. El ruido, el volumen, la flexibilidad... todo fue un reto, pero al final conseguimos crear un ser de lata con un gran impacto visual”.
Además del mensaje, el equipo ha querido ser coherente con sus valores sostenibles en cada detalle, desde la elección del material hasta el uso de una furgoneta eléctrica para sus desplazamientos.
Con esta intervención urbana, el reciclaje se convierte en arte en movimiento. Una forma original de celebrar diez años de trabajo por un planeta más limpio... al ritmo metálico de las latas recicladas.