Los bosques de Europa están perdiendo aceleradamente su capacidad para absorber dióxido de carbono (CO₂), una función clave en la lucha contra el cambio climático. En solo una década, entre 2010 y 2022, su potencial de secuestro de carbono ha caído casi un 30 %. El estudio alerta de que esta disminución amenaza directamente el cumplimiento de los objetivos climáticos de la Unión Europea, que aspira a ser climáticamente neutra en 2050.

La estrategia para lograrlo incluye la absorción de al menos 310 millones de toneladas de CO₂ anuales por parte del sector LULUCF (siglas en inglés de uso de la tierra, cambio de uso y selvicultura) en 2030. Sin embargo, las cifras más recientes del inventario LULUCF muestran que los bosques europeos solo capturan actualmente unas 332 millones de toneladas anuales, muy por debajo de las 457 millones que lograban hace apenas una década.

Entre la tala, las sequías y el envejecimiento

La investigación identifica múltiples causas detrás de este declive. Una de las principales es la intensificación de la tala de árboles, motivada por el aumento en la demanda de madera. A ello se suma el incremento de perturbaciones naturales, como incendios forestales, plagas y tormentas, que provocan talas prematuras para aprovechar la madera dañada. Todo ello reduce la biomasa forestal disponible y, con ello, su capacidad para absorber carbono.

El cambio climático agrava aún más el problema: las olas de calor y las sequías prolongadas disminuyen la fotosíntesis y la productividad de los árboles, afectando tanto a su crecimiento como a su capacidad de capturar carbono. “Estos impactos pueden tener efectos persistentes durante años, debilitar los bosques y aumentar su mortalidad”, explican los investigadores.

Otro factor es el envejecimiento de los bosques, que reduce el ritmo de expansión forestal y la capacidad de absorción de carbono, al tiempo que se ralentiza el crecimiento de nuevas masas arbóreas. La reforestación, además, se enfrenta a nuevas limitaciones: “La falta de agua marcará mucho el futuro de estas nuevas masas forestales. Solo será viable plantar árboles en lugares muy determinados y con condiciones climáticas favorables”, advierten.

Hacia una gestión forestal más resiliente

Los expertos coinciden en que revertir esta tendencia es aún posible, pero requiere medidas urgentes y ambiciosas. Entre ellas, mejorar la monitorización forestal a escala europea, mediante datos robustos y armonizados sobre el estado de salud de los bosques y los distintos compartimentos de carbono, incluido el suelo. Esta información es clave para modelizar el comportamiento de los sumideros de carbono y diseñar políticas eficaces.

En paralelo, defienden un cambio profundo en la gestión forestal. “No se trata solo de extraer madera”, subrayan desde el equipo investigador. “Hay que apostar por una gestión sostenible e inteligente que entienda el bosque como un ecosistema multifuncional que proporciona servicios clave, como la protección del suelo, la regulación del ciclo del agua y el hábitat para la biodiversidad”.

Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF y coautor del estudio, destaca que “los bosques con más especies y estructuras variadas, es decir, con árboles de diferentes edades y grosores, son más resilientes al cambio climático”. Por ello, el estudio propone un modelo mixto que combine zonas destinadas a la producción de madera con otras reservadas a la conservación estricta.

Este equilibrio no solo ayudaría a recuperar la capacidad de absorción de CO₂, sino también a proteger la biodiversidad y mantener el carbono almacenado en diferentes compartimentos del ecosistema: la biomasa viva, la madera muerta y el suelo.

Un recurso natural cada vez más vulnerable

Actualmente, los bosques cubren cerca del 40 % del territorio de la Unión Europea y, entre 1990 y 2022, han absorbido alrededor del 10 % de las emisiones humanas. Son, por tanto, aliados naturales clave en la mitigación del cambio climático.

Pero la combinación de presiones económicas, impactos ambientales y una planificación inadecuada los está debilitando. Si la tendencia de los últimos años no se revierte, el objetivo de neutralidad climática en 2050 será inalcanzable. Como advierten los autores del estudio, “si tenemos en cuenta el declive vivido en diez años, parece que esto no será posible”.

Europa se enfrenta así a una encrucijada: o transforma su gestión forestal con visión de largo plazo y refuerza la resiliencia de sus bosques, o verá erosionado uno de sus principales escudos frente al calentamiento global.